Yara Matos se mantenía inmóvil mientras la peluquera iba atando, poco a poco, largos y sedosos mechones de pelo, importados de China, a su pelo duro y rizado.
No es que Matos tuviera nada contra sus rizos naturales, a pesar de que los dominicanos lo llaman ``pelo malo''.
''Si trabajas en un banco, no quieres parecer como si vinieras de algún barrio. El pelo lacio es elegante'', dijo la cajera bancaria. ``No es que yo, como persona de color, quiera parecer blanca. Es que quiero lucir bien''.
Y para muchos en la República Dominicana, lucir bien es lucir menos negros.
Las peluqueras dominicanas son conocidas internacionalmente por su dominio de las mejores técnicas para estirar el pelo. Los anaqueles de las tiendas están llenos de blanqueadores de piel, estiradores de pelo y extensiones, como la que Matos se estaba haciendo.
Las identificaciones raciales aquí son enmarañadas y complejas, definidas no tanto por el color de la piel como por la textura del pelo, el ancho de la nariz y hasta el dinero que se tenga. Mientras más dinero, ''más blanco''. Y los expertos dicen que esas identificaciones se alimentan de un rechazo por todo lo que sea negro.
''Siempre asocio lo negro con lo feo. Yo era demasiado oscura y no tenía buen pelo'', dijo Catherine de la Rosa, una estudiante morena del Dominican-American College que está pasando aquí un semestre. ``Con el pasar del tiempo, me he dado cuenta de que no soy negra, sino latina''.
``En Nueva York todo el mundo habla del color de la piel. Aquí no se trata de eso, sino de cultura''.
La República Dominicana, el único país de las Américas que se liberó de un gobierno colonial negro --el del vecino Haití--, todavía muestra señales de heridas raciales más de 200 años después. Históricamente los presidentes estimularon a los dominicanos a aceptar sus raíces católicas hispanas más que su ancestro africano.
Aquí, como en gran parte de Latinoamérica, una gota de sangre blanca permite que hasta la gente de piel más oscura sea considerada blanca.
Aunque los intelectuales negros de este país tratan de alentar un movimiento social que acepte las raíces africanas de la nación, ellos reconocen que generalmente ha sido una causa estéril. Organizaciones de orgullo negro como Identidad de la Mujer Negra, se enfriaron por falta de interés popular. En los medios de prensa hubo un alboroto cuando la Hermandad de los Congos del Espíritu Santo --una comunidad con raíces en Africa-- fue declarada patrimonio oral de la humanidad por la UNESCO.
''Muchas veces pienso en irme de este país porque es demasiado duro'', dijo Juan Rodríguez Acosta, curador del Museo del Hombre Dominicano. Acosta, que es negro, ha presionado para que el museo incluya exhibiciones controversiales que reflejen el pasado africano de muchos dominicanos. ``Pero luego pienso que, bueno, si no me quedo para cambiar las cosas, ¿cómo van a cambiar?''.
Una caminata por las calles de la ciudad muestra un país donde los negros y los mulatos sobrepasan mucho a los blancos. Según la mayoría de los estimados, 90 por ciento de los dominicanos son negros o mestizos. Sin embargo, las cifras del censo indican que sólo el 11 por ciento de los nueve millones de habitantes del país es negro.
Para muchos dominicanos, ser negro es ser haitiano. Así que los dominicanos de piel oscura tienden a describirse a sí mismos como cualquiera de una docena de categorías raciales que datan de cientos de años: indio, indio quemado, indio sucio o lavado, indio negro, canela, moreno o mulato. Pero casi nunca negro.
La República Dominicana no es el único país con tantas palabras para describir el color de la piel. Cuando un sondeo para el censo de 1976, le pidió a los brasileños que describieran su complexión, usaron hasta 136 términos diferentes, incluyendo café con leche, quemada, morena, malasia, chamuscada y tostada.
''Al negro cubano se le dijo que era negro. Al dominicano que era indio'', apuntó la historiadora dominicana Celsa Albert, que es negra. ``Yo no soy india. Ese color no existe. La gente solía decirme que yo no era negra. Si no lo soy, entonces ya no quedan negros en ninguna parte porque yo tengo el pelo crespo y la piel oscura''.
Usar la palabra india para describir a la gente de piel oscura es un intento por distanciar a los dominicanos de sus raíces africanas, dijeron Albert y otros expertos. Señaló que ni siquiera es históricamente correcto: los indios taínos del país fueron virtualmente exterminados en los 1500, poco después de la llegada de los colonizadores españoles.
Los investigadores dicen que suprimir el énfasis de la raza en República Dominicana data del siglo XVIII, cuando la economía de las plantaciones de azúcar se derrumbó y muchos esclavos fueron liberados y ascendieron de posición social.
Luego vino la borrascosa historia con Haití, que comparte la isla de La Española [como se llamó originalmente] con la República Dominicana. Los esclavos haitianos se levantaron contra los colonizadores franceses y en 1804 establecieron su propia nación. En 1822, los haitianos tomaron control de la isla completa, gobernando su predominantemente española vecina durante 22 años.
Hasta el día de hoy, República Dominicana celebra su independencia no de la secular colonización española, sino de Haití.
''El problema es que los haitianos desarrollaron una política de centrismo negro y... los dominicanos no aceptaron eso'', dijo el académico Manuel Núñez, que es negro. ``Dominicano no es un color de piel, como los haitianos''.
El dictador Rafael Trujillo, que gobernó entre 1930 y 1961, promocionó tenazmente los sentimientos antihaitianos y se le culpa por crear las muchas categorías raciales que evitan el uso de la palabra ``negro''.
La práctica continuó bajo el presidente Joaquín Balaguer, que frecuentemente se quejaba de que los haitianos estaban ''ennegreciendo'' el país. En los 1990, se le culpó por bloquear las aspiraciones presidenciales del principal candidato negro, José Francisco Peña Gómez, diseminando rumores de que era realmente haitiano.
''Bajo Trujillo, no había nada peor que ser negro'', dijo el poeta dominicano Blas Jiménez, que es negro. ``Nosotros somos dominicanos porque no somos haitianos. Somos esto porque no somos lo otro''.
Jiménez recuerda que cuando le dieron su primer pasaporte, el empleado lo clasificó como ''indio''. El fue al director de la agencia para protestar.
''Recuerdo que dijo, `Si quiere ser negro, déjenlo que sea negro''', comentó Jiménez.
El resentimiento contra los haitianos se mantiene. Hay un estimado de un millón de haitianos viviendo en la República Dominicana, la mayoría trabajando en las industrias del azúcar y la construcción. Frecuentemente, las deportaciones en masas incluyen a los dominicanos negros y periódicamente ha habido linchamientos de haitianos. El gobierno ha tratado de negar la ciudadanía y la educación pública a los hijos de inmigrantes haitianos ilegales.
Cuando Sonia Pierre, la activista de los derechos de los inmigrantes, ganó un prestigioso premio Robert F. Kennedy, el gobierno respondió tratando de revocar su ciudadanía, diciendo que en realidad era haitiana.
''Hay una tremenda resistencia a la negritud, lo negro es malo'', dijo Sergia Galván, una feminista negra. ``Lo negro está asociado con cosas ilegales y clandestinas. Aquí hay un prototipo de belleza y mucha presión social. Hay escuelas donde las trencillas y el pelo natural están prohibidos''.
Galván y un grupo de mujeres han protestado contra los cánones europeos de belleza. Han llegado a protestar frente a los concursos de belleza. Dicen que ahora se ven más mujeres de piel oscura participando, aunque nunca ganan.
Varias mujeres dijeron que el rechazo al pelo negro es tan fuerte que frecuentemente la gente les grita insultos.
''`No puedo coger un autobús porque la gente me hala el pelo y me clava peines en el mismo'', dijo la artista Xiomara Fortuna. ``Me preguntan si acabo de salir de prisión. La gente simplemente no quiere que se vea esa imagen''.
Las horas que se pasan estirando el pelo con dolorosos tratamientos químicos son, en realidad, expresiones de nacionalismo, opinó Ginnetta Candelario, que estudia las complejidades de la belleza dominicana en el Smith College en Massachusetts. Para algunas mujeres, estirarse el pelo es simplemente una forma de tener un pelo suave y adaptable en la asfixiante humedad de la República Dominicana.
''No se trata de odiarse'', dijo Candelario. ``En realidad, es una forma de autocomplacencia. Es nacionalista, es una forma de afirmarse y celebrarse a sí mismo''.
El dinero, la educación, la clase --y, por supuesto, el pelo lacio-- pueden hacer que los dominicanos de tez oscura sean percibidos como más ''blancos'', dijo. Aquí, muchos dominicanos negros dicen no haber sabido que eran negros hasta que visitaron Estados Unidos.
''Durante la era de Trujillo se rechazaba a la gente de piel oscura, así que desarrollaron su propio mecanismo para luchar contra eso'', dijo Ramona Hernández, directora del Instituto de Estudios Dominicanos en el City College de Nueva York. 'Cuando uno pregunta,`¿Qué es usted?' no le dan la respuesta que uno quiere. Ellos dicen que no quieren hablar de negritud aunque eso sea lo que usted quiera escuchar''.
Hernández, que es morena y tiene un larga melena estirada, reconoce que ''nunca, nunca, nunca'' iría a la universidad con su pelo natural.
''No es nada extraño. Eso es una mujer tratando de lucir bonita. Soy una socióloga'', dijo.
Cuando le preguntaron si una dominicana negra podía ser considerada bella en su país, Hernández saltó.
``¡Usted debería ver como vienen aquí con sus grandes traseros!, dijo.
``Vienen pensando que son muy atractivas, y yo me digo `¿no saben que no son realmente bonitas?''
María Elena Polance es un negra sumamente atractiva. Dijo que la mayoría de los dominicanos la ven como una curiosidad, como si ser una negra y bella fuera algo extraño.
Pasa sus días promoviendo una crema para estirar el pelo en La Sirena, una tienda por departamentos de Santo Domingo.
'Aquí la gente no dice que tiene el pelo `rizado'. La gente dice que tiene pelo 'malo'. No se puede salir a la calle así''.
La profesora Dawn Stinchcomb, de la universidad de Purdue, que es negra, dijo que cuando llegó aquí en 1999 para estudiar las influencias africanas, la gente la insultaba en la calle.
Los camareros no la atendían. Nadie quería ayudarla en su investigación diciendo que si quería estudiar africanos, debía ir a Haití.
``En la calle, la gente me gritaba que saliera del sol porque ya era lo suficientemente negra. Era penoso. Yo me crié en el Sur y pensaba que podía manejar cualquier comentario racial. Pero nunca experimenté nada parecido a lo que tuve que pasar en la República Dominicana.
``No me importa que gente que no se parezca a mí me insulte. Pero ¿gente que es igual que yo?''
No es que Matos tuviera nada contra sus rizos naturales, a pesar de que los dominicanos lo llaman ``pelo malo''.
''Si trabajas en un banco, no quieres parecer como si vinieras de algún barrio. El pelo lacio es elegante'', dijo la cajera bancaria. ``No es que yo, como persona de color, quiera parecer blanca. Es que quiero lucir bien''.
Y para muchos en la República Dominicana, lucir bien es lucir menos negros.
Las peluqueras dominicanas son conocidas internacionalmente por su dominio de las mejores técnicas para estirar el pelo. Los anaqueles de las tiendas están llenos de blanqueadores de piel, estiradores de pelo y extensiones, como la que Matos se estaba haciendo.
Las identificaciones raciales aquí son enmarañadas y complejas, definidas no tanto por el color de la piel como por la textura del pelo, el ancho de la nariz y hasta el dinero que se tenga. Mientras más dinero, ''más blanco''. Y los expertos dicen que esas identificaciones se alimentan de un rechazo por todo lo que sea negro.
''Siempre asocio lo negro con lo feo. Yo era demasiado oscura y no tenía buen pelo'', dijo Catherine de la Rosa, una estudiante morena del Dominican-American College que está pasando aquí un semestre. ``Con el pasar del tiempo, me he dado cuenta de que no soy negra, sino latina''.
``En Nueva York todo el mundo habla del color de la piel. Aquí no se trata de eso, sino de cultura''.
La República Dominicana, el único país de las Américas que se liberó de un gobierno colonial negro --el del vecino Haití--, todavía muestra señales de heridas raciales más de 200 años después. Históricamente los presidentes estimularon a los dominicanos a aceptar sus raíces católicas hispanas más que su ancestro africano.
Aquí, como en gran parte de Latinoamérica, una gota de sangre blanca permite que hasta la gente de piel más oscura sea considerada blanca.
Aunque los intelectuales negros de este país tratan de alentar un movimiento social que acepte las raíces africanas de la nación, ellos reconocen que generalmente ha sido una causa estéril. Organizaciones de orgullo negro como Identidad de la Mujer Negra, se enfriaron por falta de interés popular. En los medios de prensa hubo un alboroto cuando la Hermandad de los Congos del Espíritu Santo --una comunidad con raíces en Africa-- fue declarada patrimonio oral de la humanidad por la UNESCO.
''Muchas veces pienso en irme de este país porque es demasiado duro'', dijo Juan Rodríguez Acosta, curador del Museo del Hombre Dominicano. Acosta, que es negro, ha presionado para que el museo incluya exhibiciones controversiales que reflejen el pasado africano de muchos dominicanos. ``Pero luego pienso que, bueno, si no me quedo para cambiar las cosas, ¿cómo van a cambiar?''.
Una caminata por las calles de la ciudad muestra un país donde los negros y los mulatos sobrepasan mucho a los blancos. Según la mayoría de los estimados, 90 por ciento de los dominicanos son negros o mestizos. Sin embargo, las cifras del censo indican que sólo el 11 por ciento de los nueve millones de habitantes del país es negro.
Para muchos dominicanos, ser negro es ser haitiano. Así que los dominicanos de piel oscura tienden a describirse a sí mismos como cualquiera de una docena de categorías raciales que datan de cientos de años: indio, indio quemado, indio sucio o lavado, indio negro, canela, moreno o mulato. Pero casi nunca negro.
La República Dominicana no es el único país con tantas palabras para describir el color de la piel. Cuando un sondeo para el censo de 1976, le pidió a los brasileños que describieran su complexión, usaron hasta 136 términos diferentes, incluyendo café con leche, quemada, morena, malasia, chamuscada y tostada.
''Al negro cubano se le dijo que era negro. Al dominicano que era indio'', apuntó la historiadora dominicana Celsa Albert, que es negra. ``Yo no soy india. Ese color no existe. La gente solía decirme que yo no era negra. Si no lo soy, entonces ya no quedan negros en ninguna parte porque yo tengo el pelo crespo y la piel oscura''.
Usar la palabra india para describir a la gente de piel oscura es un intento por distanciar a los dominicanos de sus raíces africanas, dijeron Albert y otros expertos. Señaló que ni siquiera es históricamente correcto: los indios taínos del país fueron virtualmente exterminados en los 1500, poco después de la llegada de los colonizadores españoles.
Los investigadores dicen que suprimir el énfasis de la raza en República Dominicana data del siglo XVIII, cuando la economía de las plantaciones de azúcar se derrumbó y muchos esclavos fueron liberados y ascendieron de posición social.
Luego vino la borrascosa historia con Haití, que comparte la isla de La Española [como se llamó originalmente] con la República Dominicana. Los esclavos haitianos se levantaron contra los colonizadores franceses y en 1804 establecieron su propia nación. En 1822, los haitianos tomaron control de la isla completa, gobernando su predominantemente española vecina durante 22 años.
Hasta el día de hoy, República Dominicana celebra su independencia no de la secular colonización española, sino de Haití.
''El problema es que los haitianos desarrollaron una política de centrismo negro y... los dominicanos no aceptaron eso'', dijo el académico Manuel Núñez, que es negro. ``Dominicano no es un color de piel, como los haitianos''.
El dictador Rafael Trujillo, que gobernó entre 1930 y 1961, promocionó tenazmente los sentimientos antihaitianos y se le culpa por crear las muchas categorías raciales que evitan el uso de la palabra ``negro''.
La práctica continuó bajo el presidente Joaquín Balaguer, que frecuentemente se quejaba de que los haitianos estaban ''ennegreciendo'' el país. En los 1990, se le culpó por bloquear las aspiraciones presidenciales del principal candidato negro, José Francisco Peña Gómez, diseminando rumores de que era realmente haitiano.
''Bajo Trujillo, no había nada peor que ser negro'', dijo el poeta dominicano Blas Jiménez, que es negro. ``Nosotros somos dominicanos porque no somos haitianos. Somos esto porque no somos lo otro''.
Jiménez recuerda que cuando le dieron su primer pasaporte, el empleado lo clasificó como ''indio''. El fue al director de la agencia para protestar.
''Recuerdo que dijo, `Si quiere ser negro, déjenlo que sea negro''', comentó Jiménez.
El resentimiento contra los haitianos se mantiene. Hay un estimado de un millón de haitianos viviendo en la República Dominicana, la mayoría trabajando en las industrias del azúcar y la construcción. Frecuentemente, las deportaciones en masas incluyen a los dominicanos negros y periódicamente ha habido linchamientos de haitianos. El gobierno ha tratado de negar la ciudadanía y la educación pública a los hijos de inmigrantes haitianos ilegales.
Cuando Sonia Pierre, la activista de los derechos de los inmigrantes, ganó un prestigioso premio Robert F. Kennedy, el gobierno respondió tratando de revocar su ciudadanía, diciendo que en realidad era haitiana.
''Hay una tremenda resistencia a la negritud, lo negro es malo'', dijo Sergia Galván, una feminista negra. ``Lo negro está asociado con cosas ilegales y clandestinas. Aquí hay un prototipo de belleza y mucha presión social. Hay escuelas donde las trencillas y el pelo natural están prohibidos''.
Galván y un grupo de mujeres han protestado contra los cánones europeos de belleza. Han llegado a protestar frente a los concursos de belleza. Dicen que ahora se ven más mujeres de piel oscura participando, aunque nunca ganan.
Varias mujeres dijeron que el rechazo al pelo negro es tan fuerte que frecuentemente la gente les grita insultos.
''`No puedo coger un autobús porque la gente me hala el pelo y me clava peines en el mismo'', dijo la artista Xiomara Fortuna. ``Me preguntan si acabo de salir de prisión. La gente simplemente no quiere que se vea esa imagen''.
Las horas que se pasan estirando el pelo con dolorosos tratamientos químicos son, en realidad, expresiones de nacionalismo, opinó Ginnetta Candelario, que estudia las complejidades de la belleza dominicana en el Smith College en Massachusetts. Para algunas mujeres, estirarse el pelo es simplemente una forma de tener un pelo suave y adaptable en la asfixiante humedad de la República Dominicana.
''No se trata de odiarse'', dijo Candelario. ``En realidad, es una forma de autocomplacencia. Es nacionalista, es una forma de afirmarse y celebrarse a sí mismo''.
El dinero, la educación, la clase --y, por supuesto, el pelo lacio-- pueden hacer que los dominicanos de tez oscura sean percibidos como más ''blancos'', dijo. Aquí, muchos dominicanos negros dicen no haber sabido que eran negros hasta que visitaron Estados Unidos.
''Durante la era de Trujillo se rechazaba a la gente de piel oscura, así que desarrollaron su propio mecanismo para luchar contra eso'', dijo Ramona Hernández, directora del Instituto de Estudios Dominicanos en el City College de Nueva York. 'Cuando uno pregunta,`¿Qué es usted?' no le dan la respuesta que uno quiere. Ellos dicen que no quieren hablar de negritud aunque eso sea lo que usted quiera escuchar''.
Hernández, que es morena y tiene un larga melena estirada, reconoce que ''nunca, nunca, nunca'' iría a la universidad con su pelo natural.
''No es nada extraño. Eso es una mujer tratando de lucir bonita. Soy una socióloga'', dijo.
Cuando le preguntaron si una dominicana negra podía ser considerada bella en su país, Hernández saltó.
``¡Usted debería ver como vienen aquí con sus grandes traseros!, dijo.
``Vienen pensando que son muy atractivas, y yo me digo `¿no saben que no son realmente bonitas?''
María Elena Polance es un negra sumamente atractiva. Dijo que la mayoría de los dominicanos la ven como una curiosidad, como si ser una negra y bella fuera algo extraño.
Pasa sus días promoviendo una crema para estirar el pelo en La Sirena, una tienda por departamentos de Santo Domingo.
'Aquí la gente no dice que tiene el pelo `rizado'. La gente dice que tiene pelo 'malo'. No se puede salir a la calle así''.
La profesora Dawn Stinchcomb, de la universidad de Purdue, que es negra, dijo que cuando llegó aquí en 1999 para estudiar las influencias africanas, la gente la insultaba en la calle.
Los camareros no la atendían. Nadie quería ayudarla en su investigación diciendo que si quería estudiar africanos, debía ir a Haití.
``En la calle, la gente me gritaba que saliera del sol porque ya era lo suficientemente negra. Era penoso. Yo me crié en el Sur y pensaba que podía manejar cualquier comentario racial. Pero nunca experimenté nada parecido a lo que tuve que pasar en la República Dominicana.
``No me importa que gente que no se parezca a mí me insulte. Pero ¿gente que es igual que yo?''
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